LOS KAIBILES

Textos míos, de otros colegas u ong´s sobre este tema polémico como lo son: las "Maquinas de Matar" Su lema: "Si avanzo sígueme, si caigo ayúdame, si retrocedo mátame".

marzo 26, 2007

Pocos salen del infierno


Pocos salen del infierno




Para llegar a ser una máquina de guerra, los kaibiles pasan antes por severos entrenamientos durante 60 días en el corazón de la selva maya
A casi 400 kilómetros de la capital de Guatemala, en el corazón de la selva maya de El Petén, está el campamento de entrenamiento de los kaibiles (Foto: Jorge Ríos/EL UNIVERSAL)


Francisco Gómez/enviado
El Universal


Lunes 26 de marzo de 2007

EL INFIERNO CAMPAMENTO KAIBIL, POPTÚN, Guatemala.- Pocos, muy pocos salen de aquí. Quien logra hacerlo se convierte en kaibil. Un soldado de tropas de choque de élite, una máquina de guerra que cualquier ejército desearía.


A casi 400 kilómetros de la capital de Guatemala, en el corazón de la selva maya de El Petén, está el campamento de entrenamiento de los kaibiles. Aquí, la mayoría de quienes se arriesgan a cruzar por El Infierno desisten, fracasan o lo abandonan.

Muchos no alcanzan ni a pasar el examen de selección. Todos aquellos que aspiran a ser kaibiles, oficiales y tropa, son sometidos a una serie de pruebas físicas, sicológicas y médicas durante 45 días previos; sin embargo, hay quienes a pesar de aprobar esos exámenes, han muerto bajo la presión que enfrentan en el curso de 60 días.

Antes de ingresar al centro de entrenamiento y adiestramiento kaibil, el aspirante -cuya formación cuesta un millón y medio de quetzales (casi 200 mil dólares)- firma documentos que exoneran de toda responsabilidad a las autoridades de Guatemala.

"Todo es voluntario, tan así que en el momento mismo en que desean irse, como lo hace la mayoría, lo pueden hacer", dice el comandante de la brigada de fuerzas especiales, Eduardo Manuel Morales Álvarez.

Creada en 1980, durante la crisis más aguda que enfrentó Guatemala por la irrupción de la guerrilla, para esta unidad militar de élite lo fundamental es ser un soldado superior, de honor y mentalizado para cumplir cualquier misión por imposible que sea.

Para ellos el trabajo mental es fundamental, establece el coronel kaibil, Amán Valdez Castellanos. Aquí, se le transforma mentalmente, no en balde uno de sus lemas es que la mente domina al cuerpo.

Rodeado de selva, en El Infierno la temperatura promedio todo el año es entre 28 y 35 grados centígrados, porque uno de los objetivos es que el alumno trabaje en las condiciones más incómodas posibles y se acostumbre a ellas. Sólo los más fuertes resisten. Durante el curso de adiestramiento, casi a diario hay quienes se van, se dan de baja.

No hay descansos. El entrenamiento también es de noche y de madrugada. Hay quienes apenas duermen y comen, como se constató en los dos días que EL UNIVERSAL pasó en El Infierno, en donde todo esfuerzo se encamina, desde el primero de sus cursos en marzo de 1975, a crear soldados capaces de enfrentar, incluso solos, cualquier situación de crisis o emergencia militar, especialmente en una guerra irregular.

Una vez en El infierno, el curso inicia con el recibimiento a los aspirantes en el Cerro del Honor, donde se les expone el credo kaibil de siete "mandamientos", que es el dogma de fe y convicción que orienta su conducta.

Tan sólo el sexto mandamiento kaibil reza: "Me endureceré para soportar los sufrimientos, el trato duro, el dolor, el hambre, la fatiga, la sed, el calor y el frío. Porque soy un soldado superior a cualquier otro".

Inmediatamente después, comienza el entrenamiento kaibil que es real, arduo y hasta cierto grado arriesgado. "Todo está destinado a desarrollar en el individuo confianza en sí mismo, don de mando y destreza en la aplicación de la guerra irregular", explica el coronel y oficial de inteligencia, Hugo Urbina Marroquín.

El curso llega en ocasiones incluso a límites extremos. Por ejemplo, cada día y antes de que salga el sol, los alumnos deben arrojarse con todo y equipo a la fosa, correr sin dejar de gritar una y otra vez su lema: "Si avanzo sígueme, si caigo ayúdame, si retrocedo mátame".

Para los kaibiles este campo de entrenamiento es como un monasterio, y la táctica para enseñar es similar. Una y otra vez se vuelve al entrenamiento en el que se proporciona instrucción técnica, táctica y física, con el fin de incrementar en ellos -como lo hace cualquier grupo fundamentalista- la mística y las condiciones físicas para ser un "soldado superior".

Conceptos como patriotismo, disciplina, respeto, estoicismo, sacrificio, lealtad, honor, justicia, compañerismo, deberes morales y espirituales, divinidad, derechos humanos, historia, se mezclan como parte de los principios que han jurado seguir los 6 mil 65 kaibiles que se han graduado a lo largo de 32 años aquí.

La diferencia entre el día y la noche a veces se borra durante el entrenamiento, lo mismo que los grados entre los aspirantes. Todos los alumnos se identifican sólo por su número. Al momento de comer - para lo cual cuentan con dos minutos y lo que no puedan consumir en ese tiempo deben tirarlo-, sus instructores se refieren a ellos como "kaibil 18" -o el número que les corresponda-, sea un coronel o un cabo.

A los aspirantes se les exige el máximo sacrificio, muchos de ellos solicitan su baja en la primera semana. Así, poco a poco, el grupo se reduce y quedan "los más capaces y fuertes, los que logran una mayor confianza en sí mismos", dice el coronel Morales .

Deben asistir a clases técnicas en salón, incluso empapados, rendir dos veces honores a la bandera. Algunas veces, si se lo ganó por su desempeño, comer algo. Pero si no, deberá estar despierto desde la una de la mañana para empezar a remediar lo que hizo de manera deficiente.

No cumplir con todas y cada una de las acciones del curso le resta al aspirante puntos. Si de los mil con que inicia su adiestramiento baja a 699 inmediatamente está dado de baja.

En El Infierno hay una forma de motivar y hacer que el alumno se supere: gritarle a cada momento que se ve cansado, que su novia lo espera, que hay comida servida en su casa, que mejor renuncie, que se vaya a descansar a su casa, que nunca será un kaibil, cosas que a cualquier civil lo harían desistir a los 10 minutos.

Para los aspirantes a kaibil, según sus instructores, no debe haber incertidumbre para aceptar los retos que se le ponen a cada momento. "Debe vencer los desafíos, ya que para un kaibil no hay nada imposible", argumenta Morales, comandante de la brigada de fuerzas especiales de Guatemala.

Se les exige hacer uso de la fuerza, violencia, estrategia, destreza y orgullo. Sólo los debe preocupar entrenar, prepararse y cumplir sus misiones, advierte uno de los instructores.

El desgaste es tal que después del curso kaibil, una mayoría de quienes logran graduarse son ingresados a hospitales para su recuperación, se les dan vacaciones en sus unidades o entran a una fase de rehabilitación antes de regresar a sus comandos.

El grado de resistencia de un soldado de élite hace la diferencia. "El kaibil debe irse compenetrado; debe seguir con su entrenamiento, que no debe dejarlo ya nunca, no le está permitido bajar de nivel nunca jamás, pues por tradición deben ser los primeros en sus unidades o compañías, dice el coronel Valdez Castellanos, tercer hombre al mando.

Un kaibil vale por unos cinco hombres, lo hemos considerado así porque ya en su desempeño práctico es la comparación que puede hacerse por su funcionamiento y el equipo que puede manejar, así como por el tipo de misiones que cumple, agrega Valdez.

Para ilustrar mejor su idea, establece que un grupo kaibil de fuerzas especiales tiene 16 hombres y un pelotón regular tiene una composición de 37 hombres, pero la labor de patrulla para infiltrarse y desorganizar a toda una unidad enemiga lo pueden hacer solamente unos tres o cuatro.

Aunque ahora, según el jefe militar, el entrenamiento se ha suavizado y se ha adaptado a las condiciones actuales, al final, el producto es un kaibil, un soldado capaz de sobrevivir y pelear en cualquier lugar sin importarle si en la lucha va acompañado o solo.

Su condición física y entrenamiento, así como sus nuevas aptitudes y técnicas, le permitirán ser "un soldado superior, un hombre más duro y mejor dotado para sobrevivir y para llegar a ser un soldado más eficiente y superior a cualquier otro", concluye el coronel Morales Álvarez.